jueves, 27 de noviembre de 2014

El estigma del revolucionario.


 He venido dándome cuenta (porque no es secreto que recién estoy despertando de la modorra donde deambula la  generación de la desmemoria) que cada vez que toco puntos como : honra, identidad, memoria histórica, lealtad, apatía, justicia,  comodidad y violencia de género, soy atacada en el ciberespacio por lectores que se sienten con el derecho y la autoridad para insultarme, me acusan, -porque lo ven como delito o pecado capital- de ser revolucionaria Chavista y de ser una feminista ardida y extremista en mis argumentos contra los hombres.

 La palabra revolucionario, está muy lejos de mí, yo apenas comienzo a despertar, apenas comienzo a leer. Sin embargo una leve pronunciación de esas palabras desata la furia de quienes no tienen el mínimo de conciencia, que no entienden de  Derechos Humanos, equidad y  respeto. Algunos serán por ignorancia y por ser la esponja mojada donde la mediatización del sistema ha encontrado semilla fértil.  Otros llegan con todo el odio de quien conoce la historia y prefiere estar del lado del abusador porque ahí hay más beneficio económico, de poder y de impunidad.

Cuando los leo pienso en mis ancestros, en esos revolucionarios añejos, en las feministas brujas que fueron lanzadas  a la hoguera, en las que fueron torturadas y violadas por batallones de soldados. Pienso en los revolucionarios que fueron lanzados vivos a la boca de los volcanes hirvientes en lava, en quienes fueron amarrados con cadenas y se los tragó la profundidad del mar mientras agonizaban implorando un mundo mejor para las nuevas generaciones.  No me ofendo cuando los leo, en cambio pienso en los miles de desaparecidos, en los retazos de sociedad que pocos tratan  de remendar y de reconstruir para curar la herida y que seque.  Pienso en los que se quedaron luchando con un duelo, un vacío y un dolor ocre que aún no encuentra puerta de salida.

El mismo ataque recibo cuando toco la palabra homosexualidad, viene de los mojigatos, de los de doble moral, de afines al fascismo, de quienes son expertos en oprimir y humillar. Y me llueve el doble cuando hablo del aborto como un derecho de la mujer. Los insultos tienen variantes pero al final terminan con la relevancia en la ideología. Se asocia que solamente una persona de izquierda –por ende terrorista- puede pensar en el aborto y en la depravación de la homosexualidad.  Que solo una persona revolucionaria puede tener los alcances para el libertinaje, y que  por eso hay que exterminar a toda persona roja, comunista y anarquista.

Con esto me doy cuenta que la palabra revolucionario les da miedo, el mismo temor que les causa a los machistas la palabra feminismo (no soy feminista) por esa razón lo hacen ver como la copia barata del mismo.  Les atemoriza la dignidad, la ética, la mirada clara y la palabra precisa. Les causa pavor la justicia, la memoria histórica y la identidad. La libertad de la mujer como un ser en equidad. Les ofende la honestidad y la transparencia de quienes no tienen nada qué ocultar y buscan los mismos derechos y las mismas obligaciones para todos. Les asusta quedarse sin privilegios.

Hay de todo en todos lados, hombres revolucionarios machistas, mujeres que denigran el feminismo. Pero no son de los de verdad, de los de una pieza,  yo hablo de los seres cabales que llevan palo y no bajan la mirada, que son atacados y no bajan la guardia, que insisten y resisten, a pesar de los años, del cansancio, de la opresión. A pesar del sistema, de los orejas y ojetes. A pesar del machismo desmedido y de la educación patriarcal. Están ahí siendo estigmatizados por el imperio que teme que un día los revolucionarios liberen la mente de las masas y las inciten a actuar.  Les tiemblan los tibios solo de imaginar en una revolución.

Por eso la temática, el abuso, la impunidad, por eso el gasto millonario en la mediatización. Por eso las desapariciones forzadas, la limpieza social, los feminicidios. Por eso la deuda externa. Por eso invertir más en armas que en educación.  Por eso comprar a los hijos deshonestos que venden junto a la Patria a su madre.  Crecí en la pobreza extrema a causa del capitalismo, vivo actualmente en un país capitalista donde cada día me enamoro más del socialismo, brincos diera por ser revolucionaria,  soy apenas una mente adormilada que empieza a despertar.  Y sí mi sur es el sur, mi amor es el sur, mi ideología es de izquierda y  apunta hacia el sur. ¿Se preguntarán que hace una roja viviendo en un país capitalista? Aprendiendo día a día, aprendiendo del socialismo y de la abismal diferencia entre el totalitarismo. Esta realidad que vivo es mi trabajo de campo.

Pero para aclarar no me ofende que me llamen feminista, y mucho menos que me llamen revolucionaria, para mí es un honor, privilegio de pocos y  más cuando apenas estoy tomando conciencia de la realidad y de la memoria histórica.

El estigma de ser revolucionario es entonces la honra de los pocos que caminan por la vida viendo de frente, poniendo el pecho, hablando claro y siendo consecuentes en sus acciones que: libertan, llaman a la equidad, al respeto de los Derechos Humanos. A la búsqueda de la justicia, al fin de la impunidad.

Lleguen estas letras al corazón latente de los revolucionarios  que día a día sin importar las circunstancias  y fronteras: declaran, invitan, luchan, con la seriedad y serenidad de quienes saben que la sangre es de un solo color: rojo fuego, rojo vivo, rojo pasión, rojo revolución.

Y sí, soy roja ¿y? Así es que estos insultos yo los veo como la bienvenida oficial al mundo de los columnistas, de los poetas y de los escritores que, usan la letra como herramienta de denuncia social. 

¡Y aquí el que no brinque es chafa! A la salú de los revolucionarios de todos los tiempos, con mi  reverencia de niña heladera.

Posdata: y  a quien no le guste que se vista y que se vaya.

Ilka Oliva Corado.
Noviembre 27 de 2014.
Estados Unidos.







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